El Canon en re mayor de Johann Pachelbel, esa musiquilla de bodas que ha creado la monstruosa ilusión de que cualquiera con un acordeón roto y tres clases de piano puede ser un prodigio musical. Pachelbel, el one-hit wonder definitivo del siglo XVII, habría hecho que hasta Bach bostezara de aburrimiento. Esta pieza insípida está por todas partes, una señal inequívoca de que la humanidad carece de criterio en su consumo auditivo. Y aquí estamos, siglos después, todavía obligados a soportar esta ladilla musical en anuncios de champú y montajes de YouTube, mientras géneros completos y artistas de verdad, como los experimentos avant-garde de John Cage o las obras maestras de Tippett, yacen en completo olvido. La broma final está en que Pachelbel ni siquiera vive para vernos retorcernos, dejando claro que él, al menos, tuvo la última risa.