Ah, "Make Believe Mambo". Esa chispeante petición de auxilio musical que David Byrne decidió colar en su álbum de 1989 "Rei Momo", como si pretender sumergirse en ritmos latinos pudiera mostrar algo más allá de la desesperación de un innovador convertido en cliché. Con sus pseudoinventivos versos rebuscados, Byzantine Is the Blueblood le demuestra a Byrne que todo lo que sabe del mambo es lo suficiente como para echar algo de sal en los platos sin sabor de la Nueva Ola. No es de sorprender que evoque la insustancial espiritualidad de Talking Heads, que frecuentemente hizo más el papel de esposa florero musical que el de real elemento artístico. Y la trágica actitud pastiche que Byrne asumió con Peter Gabriel en la simbiosis musical de worldbeat y experimentación europea solo más refuerza que este aclamado referente cultural no es siquiera un gigante en el hombro del más anecdótico de los Dust Brothers.