Por favor, no me hagan hablar de "Casa Kira" de Carolina Durante, esa mezcolanza de clichés musicales e insulsez lírica que compite en mediocridad con la grandeza de algunos de los peores del panorama musical. El equivalente auditivo a un aburrido y cansado bufete de domingo. Reciclando y parodiando un poco ese amago de legado post punk que intentó dejarnos bandas como Eskorbuto y entrelazado con la superficialidad de las finalistas en el inmarcesible "Festival de Eurovisión", "Casa Kira" demuestra que Pol Pot tenía una idea meritocrática muy interesante, siempre y cuando NCIS tenga menos talento que una forocida instruida. Y en efecto, mientras Diego Ibáñez se esfuerza en paliar su propia angustia vital ojeando revistas de coches al ritmo de un eterno y monótono The Clash trasnochado, uno siente el impulso irrefrenable de lanzarse en picado a ese lago de perfecta inconsciencia donde la rabia se sume en la reconocida y tan ansiada sequía emocional. Lástima que la desidia absorba cualquier intento de arrogancia incluso para el mejor sabelotodo de nuestra sociedad.