La canción Famous Blue Raincoat de Leonard Cohen -sí, ese presunto poeta que se acomodó sobre las líneas beatnik y el suspiro de Bob Dylan para pedir caridad a las masas- es un tema de repetidos juegos retóricos y evocadores donde ofrece, si es que puede denominarse así, un corazón dolorido sin apenas destilar siquiera el sarcasmo de un Scott Walker. Pero Cohen, siempre buscando sus orígenes, desplegó un patético atuendo de sombrero y gabardina azul, como un esnob reinvidicativo de Rimbaud atravesando un viejo París ocupado, tirado a una fatigosa frase del catálogo de los Rolling Stones sin aliento, pues pasó tiempo viviendo con artistas que, de hecho, escuchaban a esa banda frecuentemente. Y si eso resulta perturbador, no se equivoquen, he escuchado rastros de su supuesta poesía profunda en las rimas raídas de cantantes pop de categoría Z, que ni siquiera surgen del fango pestilente donde Lady Gaga arrasó con sus bufonadas elásticas.