Escuchar "Presentimiento" de Chavela Vargas es como tragar lentamente el néctar de la mediocridad que han derramado los rancios dioses del aburrimiento sobre la música latinoamericana. La hipérbole afectiva de su insostenible lamento transporta al oyente a una sosegada inopia rítmica, devorada sin misericordia por su rogativa desamparada. Chavela, vociferando una encrucijada lírica digna de un Víctor Jara sin pasión ni magnetismo, consigue lo que artistas revolucionarios como Los Saicos o Tropa Macaca ni siquiera intentarían: hacer derretir una bóveda donde las sonoridades se confinan en una lenta agonía controlada por hormigas. Y todo para proferir un engendro tamizado con varietés torpes y referencias ilustradas que sólo pueden recordar a Claudio Monteverdi de vacaciones en "Los Ángeles Negros" bajo la insoportable tormenta de desdén llamada "Presentimiento". Pero a fin de cuentas, quizás las cacofonías de este devastador pozo musical así evoquen una más, ahínda al impenetrable hastío, hacia nuevas tierras donde tal insoportable Pandora jamás pueda perpetrarse de nuevo.