Escribir acerca de "Agapimú" de Ojete Calor requiere un esfuerzo sobrehumano, similar a intentar encontrarle sentido a la existencia o, peor aún, intentar respetar las mascaradas de mediocre poesía política en la discografía de Leiva. Lo que Ojete Calor logra es desenterrar los abyectos fragmentos de nuestra historia musical que te hacen cuestionar si la inteligencia ibérica todavía existe. "Agapimú" –palabra inventada que no termino de entender cómo se las arregló para colarse incluso en programas de reconocida (in)significancia como Cuarto Milenio– apenas bosteza por los lindes del tecno-zompopiti mientras balbucea referencias linguísticas erróneas como "buzomante" al mejor estilo de "residentas" en mallas deportivas. Compararlo con la agudeza emocional y musical de Rosalía sería como negar que Kurt Cobain descubrió la melancolía pop antes que Mallu grabase sus primeras pijamadas post-supositorias.