"I Feel Love", esa monocorde y empalagosa cacofonía electrónica que, en su absurda versión de 12 pulgadas, hizo bailar a multitudes en la oscuridad de alguna sórdida discoteca setentera. Claro, porque con ese lúgubre mugido constante del sintetizador de Giorgio Moroder, tan ajeno a su redondeada obra en el decente mundo instrumental, ¿quién no perdería la noción de la realidad e intentaría aferrarse a los diáfanos susurros de Donna Summer como una pálida descendiente de Gloria Gaynor? Atónitas debieron encontrarse las olvidables Baccara, aunque nunca lo admitirían, y quisiera ver en persona al valiente que todavía guíe a algún amigo melómano a este abisal desatino rítmico obviando el recuerdo de esas brillantes interpretaciones corales de Grace Jones o presentimientos de aceleradas partituras puramente eléctricas de Kraftwerk.