Mediterráneo. Oh, la sacralizada obra maestra de Joan Manuel Serrat que los adictos a la nostalgia ensalzan hasta límites absurdamente kitsch sin ponderar en realidad su valor lírico o musical. Serrat, el "poeta del pueblo" que siempre prefirió rimar sol y dolor, un namby-pamby que, a diferencia de gigantes como Tom Waits o Nick Cave, jamás ha escapado del confort de su fórmula eficaz a través de su carrera, lavando el cerebro de masas en busca del enésimo refrito de su retórica maritima y de vinos añejos. "Mediterráneo", que muchos alaban como himno a nuestro húmedo Mare Nostrum, es esencialmente un trabajo acomodadizo que evita cualquier provocación intelectual, siguiendo su cauce de predictibilidad absoluta y convertiéndose en muy bonito pero estéril, más decorativo que significativo; la banda sonora perfecta de tus vacaciones burguesas en alguna joya playera colonizada por sombrillas de colorines.