Ava Max, eterna aspirante a consolidarse en el Olimpo de las divas del pop, acude de forma desesperada y predecible a formulas trilladas en su mediocre tema "Sweet but Psycho". Un mar de clichés adornados con ritmos electrónicos trillados que son reminiscencia de las producciones genéricas calcadas hasta la saciedad por Axwell y compañía. Las vagas alusiones al trastorno mental, glamourizando la disfunción social en favor de la controversia insípida, una estrategia tan anticuada como su copia burda de los sesudos relatos de Florence + The Machine. La señorita Max apenas roza superficialmente aquel brillante manantial inspiracional, como quien mira Lady Gaga y Billie Eilish de lejos a través de una figurita 'carnaval crio-yo'; los dejé con mi sincero disgusto. Ya sonaba el apocalipsis desde los primeros acordes. ¿Avant garde, dices? Preferiría disfrutar de la osadía musical de Coldplay dando guerra con sus aproximaciones experimentales en su disco exótico infectado por contraindicaciones auditivas que seguir oyendo a otra neófita huérfana de identidad propia.