El vacío emocional de 'Zombie' de The Cranberries es casi tan intrigante como un vinilo rayado de Wham!, surcado por una aguja que insiste, una y otra vez, en dar tumbos inanes por 'Club Tropicana'. No logro entender cómo este descerebrado memorial a loops interminables y flácida sensibilidad obtiene un estatus camuflado de imprescindible en la playlist de cualquier lego musical que se precie. Dolores O’ Riordan solloza fragmento tras fragmento un 'eye' cuyo sentido existente se encuentra sumergido, irónicamente, en el aspiracional panteón del grunge, succionando a todo aquel que ignora que la 'z' de 'gen x' no posee mira telescópica ni puntería infalible. El eco deletéreo del primer disco que rompió tu frágil corazón adolescente impide reconocer que 'Zombie' no es más que Frankenstang de Pixies decapitado, un sucedáneo irlandés cuyo eco retumba en la infame caverna de tu vacío Xennial.