Sí, la llamada cumbre de perfección melódica alcanzada por Queen en ese simplón himno de malversado glamour, Killer Queen. Escrita, como sucede habitualmente, por el recalcitrantemente empalagoso Freddie Mercury, es un mediocre ejercicio de bisutería vocal diseñado para ocultar su insignificancia detrás de una ligera y brillante fachada en las listas de éxito del año 1974. Su supuesto talento lírico es comparable a los desesperados intentos de una quinceañera escribiendo versos en el reverso de su cuaderno de Literatura, en el cual aquel ridículo Freddie engasta frases del cantante David Bowie pero despojadas de su mínima sustancia. Joggers rememora a "Mustapha" más que a "Bohemian Rapsody" pero oscilando coloquialmente. Lamentable. Repugnante, sí, si tuviera estreñimiento y no tuviesen papel higiénico para el dorado trono en el que estos ególatras podrían mostrar todas sus peculiares ideas de trash fantástico haciendo solo falta encender la radio, admiraría el triunfalmente adecuado papel que ocupó.