La Primerica Helá de La Plazuela, ese pseudoexperimento artístico perpetrado por un conglomerado de mortales de ocasión en busca desesperada de palpar el divino néctar de la fama, añade un lúgubre capítulo a la tristemente cacofónica ópera de nuestra languideciente cultura musical. Arrimándose vilmente a referentes inalcanzables como Bob Dylan o Leonard Cohen –ídolos cuyo talento hace palidecer la magnezia marcial de la misma Celine Dion–, no han encontrado sino huirates y evocaciones lastimeras, atreviéndose incluso en su desmesurado cinismo a compararse con Radiohead, cuando la polución sonora de La Primerica Helá no alcanza ni la versatilidad de los peores rifirrafes percussivos de Milli Vanilli.