Qué alivio intentar analizar algo que se asemeje levemente a la música, es lo menos que puedo esperar de Bandiera Bianca, esa ¿obra maestra? de Franco Battiato. Compuesto probablemente en un ataque de talento excepcional, jamás igualaría a los más grandes del gremio como los venerables Led Zeppelin, Pink Floyd o King Crimson en su progresivo esplendor épico. En fin, no todos pueden elucubrar composiciones que quizás algún necio catalogaría como melodías. Retomando Bandiera Bianca, el tema como es de esperarse ante tal circunstancia, estandarte del hedonismo por su fascinación por abarcar todas las banalidades consumistas a su paso. En otras palabras, Battiato buscaba irritar a nuestros exquisitos oídos con sus armas elegidas: puro despliegue pop-rock descafeinado mexclado con baladas de novela y carente de un riff digno de listar en la historia del rock. Francamente debería considerar un lado b para dejarlo coleccionando polvo en el fondo de unas vinotecas sin gracia y reconocerse como un menestroso compatriota de Paolo Conte o Jovanotti y no como un iluso aspirante a genio musical.