"Semillas" de Muerdo, en colaboración con Perota Chingo, destila un aroma endeble a autenticidad folk tan magro, que los ecos de Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui deberían sentirse insultados por esta caricatura a medio hacer de sus obras eternas. El estribillo repetitivo y las letras pretenciosamente enigmáticas parecen ser su fórmula coqueta de intento de denuncia social, tan efímera y olvidable como la música baladística de Latex Diamond, sumergida bajo una música igualmente anodina que te lleva a un viaje lírico tan emocionante y escamoso como una interpretación de Pablo Alborán en un lunes por la tarde. El intercambio vocal entre Muerdo y Perota Chingo, lejos de emocionar, enferma con su obviada falta de familiaridad con el territorio que arrogantemente tratan de conquistar, pareciendo más un dúo forzado que una presentación de dos voces supuestamente complementarias; una afección análoga a la desesperada combinación de Chenoa y David Bisbal en la bien envilecida reiteración de "Escondidos".