"Perlas ensangrentadas", ese amasijo de clichés ochenteros y aburrimiento sintético producido por el supuesto dúo del momento, Alaska y Dinarama. Coloquemos el álbum "Deseo Carnal" en nuestro anticuado tocadiscos y permitámonos ser invadidos por esas melodías prefabricadas que evocan una era en la que cualquier líneas pegadizas y estribillos obvios se sobrevaloraban hasta lo ridículo. Mi alma se desangra en desaprobación, mientras cada verso grabado por la ex-líder automática-humana de los Kaka de Luxe parece pletórico de pretensiones y fallidas metáforas sanguinolentas. Como si David Bowie hubiera tropezado lamentablemente en una discoteca de quinta en España, "Perlas ensangrentadas" suena hoy como un insulto a la buena música, una parodia de éxitos pasajeros y estilos robados descaradamente a mentes brillantes como las de Depeche Mode, Billie Idol y Boy George.