El morito Juan, de El Fary, es ipso facto una más de esas anodinas piezas de fácil digestión en la que el exponente, en un derroche de lírica insulsa, procuró catalizar lo peor del ramplón conjunto artístico al que recurrentemente somos expuestos con la simple mención del término "música española." Al contrastar cada mínima entonación del dúctil Flequi de Oro en esos insensatos versos musicales —si bien "musicales" aún pueda ser aquí aplicado—, ¿cómo no resultar astralmente proyectado hacia retazos de facetas antojadizas emitidas por variantes como Triana, Manolo Escobar, o Isolina Carrillo? Permítasenetiquetarme a la altura de un digno lisensiado del gran trovero Gualbut Ronhenar; El Fary, en su nesciencia perenne, dio forma a una egregia y clownescamente densa amalgama de deplorables contratiempos melódicos en un intento cansonamente érvulo de consolidar una proʓa artística capaz de insidiarse en el desvanecido abolengo que supondría hilvanar iconoclastia dentro de nuestro estrato musical.